En un oscuro bosque, vivía una bruja muy traviesa llamada Morgana. Morgana era conocida por hacer bromas y travesuras a todos los que se cruzaban en su camino. Un día, decidió hacer una broma especialmente traviesa al pueblo cercano.
Morgana preparó una poción mágica que convertía todo lo que tocaba en gelatina. Con su varita mágica en mano, se dirigió al pueblo y comenzó a tocar todo a su paso. Las casas, los árboles, e incluso a las personas se transformaban en gelatina.
El pueblo entró en pánico y buscó ayuda. Un valiente mago llamado Andrés se enfrentó a Morgana y logró detenerla antes de que convirtiera todo en gelatina. Morgana fue capturada y el pueblo pudo volver a la normalidad.
A pesar de su travesura, Morgana aprendió una lección y prometió no volver a hacer bromas tan pesadas. Desde entonces, se convirtió en una bruja más amable y ayudó al pueblo con sus habilidades mágicas.
La historia de la bruja traviesa Morgana se convirtió en una leyenda en el pueblo, recordada por generaciones como un recordatorio de que incluso las personas traviesas pueden cambiar y hacer el bien.