Había una vez una niña muy bonita que vivía en un pueblo. A todos les gustaba, pero sobre todo a su abuela, que no sabía qué regalarle. Un día le hizo una caperuza roja y le quedaba tan bien que desde entonces la llamaron Caperucita Roja.
Un día, su madre le dio una cesta con tortas y vino para que se las llevara a su abuela, que vivía al otro lado del bosque. Le advirtió que no se entretuviera por el camino y que no hablara con extraños.
Por el camino, Caperucita Roja se encontró con el lobo, que le preguntó adónde iba. Ella, inocentemente, le dijo que iba a visitar a su abuela. El lobo, con malas intenciones, decidió llegar antes que Caperucita Roja y se comió a la abuela. Luego, se disfrazó de ella y esperó a Caperucita Roja.
Cuando Caperucita Roja llegó a la casa, el lobo la engañó y se la comió también. Afortunadamente, un cazador pasaba por ahí y escuchó los ruidos del lobo. Entró a la casa, cortó la barriga del lobo y sacó a Caperucita Roja y a su abuela, quienes estaban sanas y salvas.
Desde entonces, Caperucita Roja aprendió a no hablar con extraños y a obedecer a sus padres.