Había una vez un reino donde nació una hermosa princesa a la que llamaron Aurora. Para celebrar su nacimiento, el rey y la reina organizaron una gran fiesta e invitaron a todos los habitantes del reino, así como a hadas buenas.
Cada hada buena le otorgó un don a la princesa: belleza, gracia, inteligencia, etc. Sin embargo, una hada malvada, que no había sido invitada a la fiesta, apareció y lanzó una maldición sobre la princesa: al pincharse con una rueca, moriría.
Afortunadamente, una hada buena aún no había otorgado su don y pudo cambiar la maldición: en lugar de morir, la princesa caería en un profundo sueño del que solo despertaría con un beso de amor verdadero.
Para proteger a la princesa, el rey ordenó quemar todas las ruecas del reino. Sin embargo, cuando Aurora cumplió 16 años, descubrió una rueca en un rincón del castillo y, al pincharse, cayó en un sueño profundo.
El rey y la reina, desconsolados, decidieron que la princesa debía descansar en una de las habitaciones más bellas del castillo, rodeada de hadas que la protegerían. Años después, un príncipe valiente llegó al castillo y, al ver a Aurora, se enamoró perdidamente de ella.
El príncipe la besó y, con ese beso de amor verdadero, rompió el hechizo. Aurora despertó y el reino entero celebró con alegría. El príncipe y la princesa se casaron y vivieron felices para siempre.